EL ARTE DE DIMITIR

Cómo envidio la seriedad de los políticos nipones; cuando alguno incurre en un error fatal, renuncia a su puesto de inmediato con la vergüenza de saber que ha fallado a su pueblo. Hecho que se fundamenta en el bushidó, el antiguo código de honor samurái. Lo ves tan desconsolado, tan quieto, tan poca cosa que se te encoge el alma. Qué falta nos hace aquí algo así. Claro que echo aún más de menos el haraquiri de aquellas latitudes; “el desentrañamiento voluntario”, aunque sólo fuera por inquietar al personal. Incluso iría más allá y pondría en boga la práctica de seguir al amo en la muerte cuando éste se practica el seppuku. Lo institucionalizaría de modo tal que quien diese "bola" al jefe, lo hiciese sabiendo lo que le espera. Quizá así habría menos aduladores sin escrúpulos y trepas indocumentados.

Disculpen, me he dejado llevar por la emoción, pero estarán ustedes conmigo en que aquí, en nuestro país, no dimite un político ni loco. El político hispano se enroca en su escaño y no lo suelta ni con agua hirviendo. El político español acusa a sus detractores y niega la evidencia, pero nunca, nunca suelta el cargo; como un perro de presa que cierra las mandíbulas y cabecea obstinado. Que debe de pensar, digo yo, que el cargo le pertenece. El problema no es equivocarse, eso es lo de menos, lo peor es la soberbia y de eso tenemos de sobra. Me pregunto, ¿qué tiene que ocurrir en este país para que un político, sea del color que sea, entone el "mea culpa"? Porque me consta que son conscientes de que tanta arrogancia socava la institución. Pero peor aún, ¿qué tiene que ocurrir para que los españoles nos demos cuenta y no les votemos más? Bueno sí, que somos muy "de lo nuestro", muy “del Betis manque pierda". ¡Ni que nos dieran de comer! Bueno, en algún caso sí porque España es un país de mantenidos y subsidiados.

Uno dimite básicamente por dos razones: porque nadie, ni siquiera el que te fichó, respeta tu independencia y harto de injerencias decides dejarlo o porque eres un negado para la labor que se te ha encomendado y si te queda una pizca de pundonor, decides abandonar el cargo. Luego si te apetece, esgrime motivos personales, pero eso hazlo de cara a la galería, que queda bien. Pero de momento, vete.

Dimitir es tan extraño que ni siquiera la wikipedia le dedica más que una definición exigua. Sí aparece abdicar que es más de reyes. Y es que, dimitir, no es nada fácil, admitámoslo, hace falta honestidad y nuestra sociedad posmoderna está carente de ella. Hoy, cuando renunciar es lo mejor que se puede hacer cuando se está cometiendo un estropicio, se nos dice que, precisamente porque todo va mal, es justo cuando uno más debe perseverar; por "responsabilidad", arguyen. O sea, si lo estoy haciendo rematadamente mal, dejadme un poquito más, a ver si lo acabo de estropear. Una lógica maravillosa ésta. Y es que, palabras como virtud, excelencia, integridad nos son ajenas.