EL NUEVO DIOS DESTRONADO


La religión desapareció deliberadamente de las mentes de los europeos el día en que la Ilustración se impuso y la ciencia ocupó el lugar de ésta: Dios no podía replicarse en un laboratorio y por tanto, no existía. El fundamentalismo religioso dio paso al dogmatismo científico que pretende explicarlo todo con una redoma sin antes ver que el ser humano es algo más que un cuerpo lleno de vísceras; las emociones, sin embargo, residen en el alma, en ese alma de la belleza de la que hablaba Plotino. Con ellas amamos, soñamos y también, odiamos. Si se expulsó a la primera porque el fanatismo religioso impedía el progreso de la humanidad, por medio de la razón, la ciencia no es menos reaccionaria al advertirlo todo bajo la lupa de un microscopio; como si el amor o la pena pudiesen mensurarse. 

He escuchado en un ataque de inmodestia, "que será la ciencia o no será, quien nos saque del atolladero pandémico". Lo dicen los dogmáticos doctores de la ciencia. Me pregunto si ahora que Dios ya no existe, pero la ciencia es incapaz de explicarlo todo, nos volverá por fin la sensatez para entender que no todo es blanco o negro sino que hay una extensa paleta de colores entre medio y conocimiento vasto por saber. Para apreciarlo sólo hace falta humildad, algo que por cierto tampoco se puede pesar ni medir. Yo optaría por empezar a rezar, vaya a ser que el nuevo Dios de la ciencia sea también superado por los acontecimientos y a falta de uno distinto a quien encomendarse, debamos de  agachar la cerviz y entonar el mea culpa.