LA COMARCA, EL ANARQUISMO FELIZ DE TOLKIEN

 


La Comarca es un lugar apartado y tranquilo donde el tiempo transcurre sosegadamente. No hay mayor preocupación que la de contar las bocanadas de una pipa de tabaco de Valle Largo, ni mayor sosiego que una reparadora siesta junto al lago. Tolkien recrea un paraje lejos de todo y de todos; de la codicia de los enanos, de la miseria de los hombres, de la soberbia de los reyes, del supremacismo élfico y del totalitarismo de Mordor.

La Comarca escapa a la comprensión de "un anillo para gobernarlos a todos" porque no hay nada que gobernar. La autoridad más relevante acaso es la de un alcalde que ejerce a tiempo parcial, pues no puede desatender su granja. Puede que haya algún alguacil con un calabozo chico y poco frecuentado, porque en la Comarca no hay delitos que merezcan la mención, so pena de insultar a un vecino entrometido que husmea más allá del seto comunal, o el comentario soez de algún Brandigamo en estado de embriaguez. Puede que alguien se retrase en el pago de los impuestos, pero, quién no lo hace en la Comarca. Tampoco hay necesidad de una gran infraestructura estatal en mitad de ninguna parte. La presencia del Estado se resume a una guardia mínima para vigilar los caminos y expulsar a los merodeadores y poco más. En la Comarca la representación de la autoridad es testimonial, casi cómica. Los acuerdos se sellan con un apretón de manos y la palabra dada vale más que cualquier contrato firmado ante notario.

El tiempo es una circunstancia azarosa que nadie controla; cómo hacerlo, qué ordinariez. Las estaciones llegan cuando tienen que llegar y se marchan del mismo modo. La floresta impetuosa anuncia la primavera. Un chaparrón de nubes violáceas el otoño, pero nadie lleva en el bolsillo un reloj para medir el tiempo, para qué. Basta con prestar atención al estómago para adivinar que ya es hora de almorzar o de cenar. Al atardecer, cuando el Sol se pone más allá de las colinas verdes, las viviendas hobbits se iluminan con las doradas luces de las lámparas de aceite.

Un hobbit ama la tranquilidad de su hogar, la seguridad de una despensa bien surtida y el abrigo de una buena chimenea. Pero no os confundáis, un hobbit jamás desprecia una buena jarra de cerveza y una fiesta. Son cantarines y de pies inquietos, y aún resuena en Hobbiton la última gran despedida de Bilbo Bolsón en la que dejó a todos boquiabiertos cuando desapareció de repente.

Bilbo se acomoda en su butaca preferida y enciende una pipa. Las volutas de humo ascienden lentamente y se sumerge en los recuerdos. Mira a través de la ventana el viejo bosque de robles que dista una cuadra, quizás dos. Durante el invierno el robledal se tiñe de blanco con las primeras nieves y Bilbo se entrega a la ensoñación. Con la pluma en la mano escribe sus memorias. Rivendell acude a su mente envuelto en una nube. Las columnas de palacio son elongados tallos de vid. Hay fuentes de rica agua por todos los rincones y entre la bruma, Bilbo adivina la presencia de su señor Elrond, rey de los elfos.

En la Comarca nadie hace nada que no desee hacer y lo que se debe, se pospone prudentemente. El viento es suave como un susurro y las espigas altas y frondosas.

Tolkien fue un hombre reservado y poco proclive a significarse políticamente. Católico practicante y anticomunista convencido, defendió en algunas de sus cartas un tipo de anarquismo peculiar, concretamente el anarco-monárquico. Es decir, detestaba al Estado como organización política, aunque reconocía la necesidad de un líder legítimo y justo. Por otro lado y pese a su literatura medievalista de duelos y batallas, era pacifista. Enfatizaba lo sencillo y lo humilde por encima de todo y, sólo entendía la guerra para librarla en contra del mal.

Para Tolkien, la mayor amenaza era el desarrollo industrial que esclavizaría al género humano. El Anillo Único representa la máquina, el progreso del que todos, elfos, enanos, hombres son presos. Entendía que el cautivador influjo de la productividad inmediata sería la perdición de la humanidad, y hastiado de la política y del Estado, se refugió durante toda su vida en sus mundos de fantasía. Así, no es extraño que ideara la Comarca como un remanso de paz donde vivir la vida de un soñador.