CHANEL N. 5

 


Cuando use colonia, por favor, sea prudente. No hace falta derramarse el tarro encima. Va a oler usted igual de bien si tan solo vierte unas gotitas. Si no lo hace por sí misma, porque no se tiene en buena estima, al menos hágalo por lo demás que no le hemos hecho nada malo. En serio, tenga compasión y apiádese de las narices ajenas, que están en su derecho de respirar aire puro. De veras, no tiene nadie por qué tragarse su aroma irritante y de mal gusto. Hágale un favor a la humanidad y deje que el aire huela a eso, a aire.

A nadie le importa si se ve en la obligación de bañarse en perfume cada mañana porque su cuñada, que a la vista está que la odia, le ha regalado un perfume por Navidades y ésta viene a visitarla con frecuencia. Quizás la culpa (y el mal gusto también), es sólo suyo y de nadie más, porque ha visto el frasco en el escaparate de la perfumería de su barrio y se ha dicho «este año sí, porque yo lo valgo», en la creencia de que así es usted más chic. Pero déjeme decirle que no sé si resulta más elegante, pero más cargante, sí, sin duda.

De veras, con mucho prefiero el olor natural corporal a la fragancia de artificio. Y créame, me va a parecer usted la misma y no menos glamurosa que si se atufa a base de bien. Pero si lo que pretende es que la recuerde todo el tiempo en que tarda en marcharse el persistente aroma a Chanel número 5, créame que lo haré. Me estaré acordando de usted y de su santa madre todo el tiempo. Por cierto, tampoco es usted Marilyn.