¡¿PUEDO HABLAR, PUEDO HABLAR...?!


Una mujer joven sentada en un banco mira al frente, pero a ningún sitio en particular. Permanece con los pies sobre el asiento de madera y las piernas flexionadas. A ratos se yergue derecha como se derrumba sobre el respaldo, pero en todo momento eleva la voz fuerte, muy fuerte. Y exige su turno de réplica con  desmedida teatralidad:    «¡¿Puedo hablar, puedo hablar?!»

Es evidente que mantiene una discusión con alguien aunque su interlocutor no esté a la vista. Por supuesto está cuerda aunque hable sola y a voces. Porta en la oreja uno de esos dispositivos que le permite mantener una conversación poco convencional, todo sea dicho, sin tener que sujetar el móvil con la mano. Es uno de esos chismes que lo excusa a uno de parecer chiflado aunque lo esté del todo. Un esnobismo que le permite dar alaridos por la calle y sin embargo ser elegante.

Antes, y no hace tanto de esto, había cierto recato cuando uno mantenía una conversación, y más si era privada; se buscaba el momento y el lugar para discutir y se hacía en voz baja; nadie tenía por qué enterarse de lo que sólo incumbía a los implicados. Hoy, en la sociedad de la esquizofrenia, uno escenifica sus miserias en público y no tiene por qué sentirse abochornado por ello; es la liberación de decir y hacer estupideces con la anuencia de la sociedad que debe asistir al espectáculo silente. El "chunca chunca" de la música de un vehículo a altas horas de la mañana, el estruendo de una moto de alta cilindrada, la disfonía de cláxones frente al supermercado, todo es una emotiva manifestación de libertad y denunciarlo, además de no servir para nada, resulta una forma de censura intolerable. ¿Pero para quiénes? 

El decoro, la compostura, el recato han dejado de tener vigencia en la sociedad, entre otras cosas porque no hay nadie que las exija, ni nadie que las mande guardar. La tolerancia que reivindican unos es la resignación callada del resto. O dicho de otra manera: para que unos sean felices "jodiendo al personal", el resto debe ahogarse en su bilis. Es, la radiografía de una sociedad donde los valores más elementales hace tiempo que se esfumaron a fuerza de querer ser modernos y democráticos.