SOLIDARIDAD


Estoy convencido de que el mejor acto de caridad debe hacerse para con uno mismo. No se trata de llevar una vida disipada; no soy amante de los placeres disolutos. Tampoco soy tan avaro que no abra el puño ni con ocasión de dar la mano. Estimo necesario practicar en uno mismo lo que tanto se pregona: "que hay que ser solidarios", y qué mejor que con uno mismo. Perfeccionémosnos antes; no vaya a ser que cuando nos entreguemos en cuerpo y alma a sentimiento tan noble, lo hagamos carentes de experiencia. Porque no hay nada más hermoso, como seres humanos, que "amar al prójimo" y darse sin miramientos. Aún cuando sea también de humanos robar, mentir y matar. Pero quién soy yo para juzgar a mi hermano; allá cada uno con su conciencia. 

Nada nos reconcilia más con nuestra especie que cuando nos brindamos a los demás sin esperar nada a cambio, pues esa es la verdadera caridad. Si me diera a medias sería un fraude; o lo hago o no lo hago. De ahí que entienda la necesidad, primero, de probar en mis propias carnes eso que llaman solidaridad, porque el mundo está lleno de actos desinteresados y también de fracasos sonadísimos. Así que prefiero poner en práctica el amor para conmigo, y después ya veremos. No vaya a ser que de caritativo nos pasemos de frenada y contraiga el vecino una deuda difícil de satisfacer. No, el nuestro no deber ser un acto filantrópico (de filántropos está a rebosar la Tierra), sino de amor sincero, de esos que dejan huella en el alma y cardenales en la piel. Como el de los bancos que trabajan las veinticuatro horas por nosotros.

Ah, alguno habrá que ya me esté acusando de hedonista o peor, de cínico. Nada de eso, sólo pretendo hacer lo correcto. No olvidemos cómo reza el Nuevo Testamento: "ama al prójimo como a ti mismo", y yo estoy en esto último, en amarme primero a mí y así aprender para luego darme del todo. Porque para amar hay que hacerlo con el corazón, de lo contrario se diluye el sentido mismo de la caridad y la concomitancia. Donarse a medias es tanto como perpetrar un fraude, y no quisiéramos decepcionar a nadie, ¿cierto? Por eso y de momento, voy a prodigarme en el amor autocomplaciente y después, una vez que lo domine, ya pensaré qué hacer.